¿Qué pasó con John McTiernan? Del Nakatomi Plaza a una prisión federal


¿Sabías que el director de cine John McTiernan, el responsable de Jungla de cristal, tiró su carrera por el retrete y acabó en la cárcel por una acusación de espionaje? Parece el argumento de una película, pero ocurrió en la realidad.

A finales de los años 80, John McTiernan parecía destinado convertirse en uno de los grandes después dirigir títulos como DepredadorJungla de cristal La caza del octubre rojo. Sin embargo, no ha vuelto a rodar ninguna película desde 2003 y, en 2002, fue el responsable de la que es considerada una de las peores películas de la historia, Rollerball.

En el artículo de hoy vamos a averiguar juntos qué demonios le pasó a John McTiernan, considerado uno de los directores más importantes de mainstream de su generación, y cuya carrera acabó de la forma más tonta imaginable en el contenedor de reciclaje.
Este señor con aspecto de abuelete simpático es John McTiernan, exdirector de cine y exconvicto

Jungla de cristal y los años dorados 

A finales de los años 80, Arnold Schwarzenegger, por entonces muy popular gracias a los personajes protagonistas de Conan el bárbaro Terminator, insistió en trabajar con un director desconocido porque le había impresionado su primera película, Nómadas, una historia de terror y bajo presupuesto que pasó sin pena ni gloria por la cartelera norteamericana.

Ese director era John McTiernan, y Schwarzenegger se salió con la suya. El resultado de la colaboración entre ambos fue Depredador (1987), un extravagante híbrido entre Alien y Commando. La película costo 15 millones de dólares y recaudó alrededor de 100, catapultando la carrera del director y del protagonista.

Y al año siguiente, en 1988, llegaron John McLane y Jungla de cristal. Es difícil exagerar la importancia e influencia que este título ha tenido en el cine de acción posterior. Solo te digo que ha creado su propio subgénero dentro del género. Así, Speed es Jungla de cristal en un autobús, La roca es Jungla de cristal en una isla y Atmósfera cero es Jungla de cristal en una colonia espacial. Sí, sí, ya sé que Atmósfera cero es anterior a Jungla de cristal. Así de grande es su influencia.

Jungla de cristal iba a ser el blockbuster del verano y se convirtió en una película de culto que ha pasado a la historia del cine. Todo el mundo está de acuerdo en que gran parte de la culpa la tuvo su director, capaz de convertir a un semidesconocido actor de comedia como Bruce Willis en el prototipo de héroe socarrón que solo pasaba por allí o de tirar a un reputado actor de teatro como Alan Rickman por la ventana (¡sin avisarle y sin ensayar!) para conseguir mayor verosimilitud en su rostro de sorpresa.

En Jungla de cristal todo resulta genuino a pesar de la impostura y los clichés: el llanero solitario, el villano alemán, la tensión creciente, el humor chusco y, sobre todo, las escenas de acción dolorosamente analógicas, donde las heridas parecen reales y las explosiones queman, rodadas con una estética y un sentido del espectáculo que se han intentado imitar mil veces desde entonces.

John McLane disfrutando del sol de California


John McTiernan, director de moda

Convertido en uno de los directores de moda y con el respaldo incondicional de la industria, la siguiente película de McTiernan fue una adaptación de un bestseller de Tom Clancy, La caza del Octubre Rojo, una película más de suspense que de acción protagonizada por Alec Baldwin y un enorme Sean Connery. Fue vapuleada por la crítica especializada, vale, pero se convirtió en el éxito del año en 1990 e influenció notablemente a ese curioso subgénero cinematográfico que son las películas de submarinos.

Después vino Los últimos días del Edén (1992), de nuevo con Sean Connery, y El último gran héroe (1993), con Arnold Schwarzenegger. Aunque las dos representaron sendos batacazos en taquilla, afianzaron la imagen de McTiernan como un artesano dúctil y capaz de afrontar con éxito cualquier género (el drama ecologista con tintes humorísticos o la comedia juvenil con vitriolo incorporado, en estos dos casos).

Su siguiente película fue Jungla de cristal III: la venganza (1995), donde regresaba al género de acción y suspense de la mano de John McLane, esta vez por las calles de Nueva York y acompañado de Samuel L. Jackson. La película fue de nuevo defenestrada por la crítica pero se convirtió en un gran éxito. Con el tiempo, se ha reivindicado como la gran pieza del género de suspense que es, con su inconfundible aire a lo Harry el sucio.

En cambio, El guerrero número 13 (1999) fue un desastre comercial sin paliativos, y eso que lo tenía todo para funcionar: un director solvente, una historia basada en una popular novela de Michael Crichton, un protagonista emergente (Antonio Banderas) y un presupuesto generoso. Dicen que las desavenencias entre Crichton, también productor, y McTiernan echaron por tierra cualquier posibilidad de que el proyecto cuajara.

El secreto de Thoman Crown (1999), una historia de atracadores de postín y romances ultraelegantes, resultó, en comparación, una propuesta mucho más modesta cuyo rodaje resultó igual de fluido que el resultado en la pantalla.

La carrera de John McTiernan, con sus lógicos altibajos, parecía encarrilarse de nuevo. Nada hacía presagiar que el desastre estaba a punto de llegar.

Rene Russo y Pierce Brosnan ensayando posturitas en El secreto de Thomas Crown

Rollerball: crónica de un desastre anunciado

En el año 2000, John McTiernan se enfrascó en la producción de Rollerball, el remake de la película que Norman Jewison dirigió en 1975. Un proyecto que, como sucede a veces en Hollywood, nació con la etiqueta de "desastre" grabada a fuego desde el principio.

McTiernan, cuya fuerte personalidad ya había hecho saltar chispas con Michael Crichton durante la producción de El guerrero número 13, entró en el proyecto como un elefante en una cacharrería, exigiendo una reescritura completa del guión para amputar la parte de crítica social y potenciar las escenas de sexo y acción, puesto que su visión de la historia era mucho más adulta y oscura que la de la película original.

Pese a las reticencias de los productores, se salió con la suya... y las primeras proyecciones de prueba de esa versión fueron tan, pero tan catastróficas que todo el mundo entró en pánico temiendo que el desastre de El guerrero número 13 volviera a repetirse.

En un típico caso de huida hacia delante, se retrasó el estreno y los productores ordenaron a McTiernan que volviera a rodar gran parte del material y que rehiciera el montaje algo así como cuarenta veces. El resultado es el típico batiburrillo incomprensible en el que se convierten las películas cuando demasiadas personas toman decisiones artísticas sobre ellas: una de las peores películas de la década y, por añadidura, un fracaso comercial de proporciones épicas.

Arriba, un fotograma del Rollerball de Norman Jewison. Abajo, una imagen promocional del Rollerball de John McTiernan


La película de espías que ocurrió en realidad

Pues bien: parece ser que, allá por el año 2000, cuando empezaron los problemas con la producción de Rollerball, John McTiernan contrató los servicios de Anthony Pellicano, un conocido detective especializado en airear o destapar (según quién pagara la factura) los trapos sucios del mundillo hollywoodiense, para espiar al productor de Rollerball, Charles Roven, y tratar de desentrañar sus intenciones.

Pellicano no era un tipo caracterizado por ser escrupuloso en sus métodos. El detective facilitó a McTiernan información sobre el productor obtenida por procedimientos ilegales, principalmente escuchas telefónicas sin permiso.

En 2004, y a raíz de unas amenazas de Pellicano a una periodista (como ves, la actividad profesional de este tipo es material de primera para una película), el FBI investigó al controvertido detective e interrogó a McTiernan por las escuchas ilegales. El director aseguró desconocer los procedimientos ilegales de Pellicano y con esa mentirijilla clavó el primer clavo en la tapa de su ataúd profesional.

Perjurio reiterado

Cuando quedó demostrado sin asomo de dudas que McTiernan había mentido a los agentes federales en el transcurso de la investigación, fue condenado por perjurio en 2006, y su apelación fue desestimada con algunas palabras muy amables de un juez del Distrito Federal, que dijo de él que se creía por encima de la ley y que estaba malacostumbrado a llevar una vida de privilegios.

McTiernan apeló a una instancia judicial superior y consiguió que el caso se reabriera en 2009. Esa maniobra, en lugar de beneficiarle, le perjudicó, porque el FBI encontró nuevos cargos contra él. Al parecer, no solo había espiado ilegalmente al productor Charles Roven, sino que había requerido los servicios del bueno de Pellicano para repetir esa misma actividad con otras personas en diferentes fechas.

Enfrentado a la posibilidad muy real de pasar un buen puñado de años en prisión, McTiernan acabó reconociendo su culpabilidad y llegando a un acuerdo con el juez, que lo condenó solo a un año de cárcel, tres de libertad condicional y una multa de 100.000 dólares.

Si la condena fue tan severa fue porque, al parecer, al juez que emitió el veredicto lo cabreó que McTiernan hubiera cometido perjurio reiteradamente durante años, investigación tras investigación y juicio tras juicio, sin haber dado muestras en ningún momento de arrepentimiento ni haber aceptado la responsabilidad de sus acciones, como un niño pequeño al que hubieran sorprendido metiendo el dedo en el pastel de chocolate y, aún así, se empeñase en negar la evidencia.

Un año como protagonista de una película de prisiones

En abril de 2013, después de un nuevo calvario de intentos de apelación por distintas instancias judiciales, McTiernan ingresó finalmente en la prisión federal de Yankton, en Dakota del Sur.

Aunque Yankton, según Forbes, es una de las 10 prisiones más cómodas de Estados Unidos (en serio, Forbes hace listas anuales también de esto), para McTiernan no fue divertido: perdió 14 kg, sufrió una depresión y su deterioro físico resultó evidente. También aprovechó para escribir una posible secuela de El secreto de Thoman Crown, porque ni siquiera la cárcel es una vacuna eficaz contra el virus del cine.

A finales de 2013, las deudas acumuladas con la Hacienda pública, la larguísima y costosa batalla judicial y una disputa legal con una de sus exmujeres, lo llevaron a la bancarrota. Un administrador se hace cargo desde entonces de sus ganancias presentes y futuras hasta que consiga saldar sus deudas.

Salió de prisión en febrero de 2014, tras casi un año encarcelado, arruinado y envejecido, y cumplió el resto de su condena bajo arresto domiciliario.

No, no es un campus universitario, sino la prisión federal de Yankton


John McTiernan no se rinde

A día de hoy, McTiernan es una leyenda viviente de 68 años que acumula una deuda astronómica y no rueda ninguna película desde 2003, exceptuando un cortometraje de 2017 destinado a promocionar un videojuego.

Pero como John McLane, el héroe de ficción que peleaba en camiseta interior contra un ejército de atracadores, McTiernan tampoco se rinde. Desde que salió de la cárcel, se ha dejado ver en muchos eventos relacionados con el mundo del cine, ha proporcionado jugosos titulares a la prensa especializada (como aquel en el que llamaba fascistas a los responsables de las películas de superhéroes) y ha estado ligado a multitud de proyectos, a veces descabellados, que nunca han llegado a materializarse.

Ahora, sin embargo, parece que su regreso va en serio. La película se titulará Tau Ceti Four, la ha escrito él mismo y estará producida por la actriz Uma Thurman (también protagonista) y por Anthony Katagas, un productor de cine independiente muy experimentado, entre cuya filmografía hay títulos importantes como 12 años de esclavitud o Los próximos tres días.

Tau Ceti Four será una intriga política de acción y ciencia ficción sobre un grupo de rebeldes que se sublevan contra la cúpula militar que aterroriza un planeta devastado por la guerra en un remoto sistema solar. Nada que no hayamos visto mil veces, pero que en manos de John McTiernan puede convertirse en un regreso por la puerta grande o en el último desastre de su carrera.

¿Se habrá convertido en un director más maduro y reflexivo, cuya experiencia dote a su cine de una nueva profundidad? ¿O en un abuelete gruñón y casposo que piensa que cualquier tiempo pasado fue mejor y solo quiere lamerse las heridas en público? El tiempo lo dirá. Por lo que a mí respecta, te aseguro que estoy deseando comprar una entrada para el día del estreno de Tau Ceti Four.

Una fotografía mítica del rodaje de Jungla de cristal. De izquierda a derecha, Alan Rickman, Bruce Willis y John McTiernan haciendo historia

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Hay muchos cineastas que vivieron su momento de gloria en los años 80 y 90 y que han caído en el olvido, como John Badham (Juegos de guerra, Cortocircuito), Joe Dante (Gremlins, El chip prodigioso) o Penny Marshall (Big, Despertares). En próximos artículos hablaremos de ellos.

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Créditos de las imágenes

  • La imagen de la cabecera del artículo está tomada por Steve Lyon y compartida en Flickr con licencia CC BY-SA 2.0. Se ha modificado para este artículo respetando la licencia original.
  • La fotografía de John McTiernan está publicada en Wikimedia Commons con licencia CC BY-SA 3.0
  • La fotografía de la prisión de Yankton es del usuario Ammodramus y está catalogada como de dominio público. 
  • El resto de imágenes son fotogramas de diferentes películas y pertenecen a sus respectivas compañías productoras y/o distribuidoras. Se reproducen en este artículo en baja resolución y bajo los términos del fair use o uso razonable.

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