Matadero 5, de Kurt Vonnegut




"Mira, Sam, si este libro es tan corto, confuso y discutible, es porque no hay nada inteligente que decir sobre una matanza."

Kurt Vonnegut se pasó media vida asegurando a todo el mundo, y asegurándose a sí mismo, que iba a escribir un libro sobre la Segunda Guerra Mundial y, en concreto, sobre el bombardeo de Dresde, uno de los más brutales de aquella contienda y que el autor presenció en directo, pues estaba recluido en la ciudad alemana en el momento en el que se produjo y fue uno de los siete prisioneros de guerra estadounidenses que sobrevivió a la masacre.

Creo que Vonnegut lo consideraba una especie de obligación. Él era escritor, y fue testigo de una de las grandes carnicerías de la historia. Tenía que contarlo.

Solo que, cuando lo intentaba, descubría que no había gran cosa que contar. La guerra a pie de calle era una cosa tan absurda que ningún hilo argumental parecía lo bastante descabellado. Porque la guerra, a ojos de Vonnegut, no era simplemente absurda en el sentido de carecer de alguna utilidad práctica, sino que lo era de forma absoluta y universal: apenas una colección de peripecias delabazadas y brutales sin más significado que su propia crueldad.

Vonnegut, que fue uno de los grandes, acabó encontrando la respuesta tras muchos años de darle vueltas al problema. Una respuesta marciana: la guerra solo podía tener sentido para los tralfamadorianos, por supuesto. En el planeta Tralfamadore viven en la cuarta dimensión y experimentan la totalidad del tiempo simultáneamente. Para un tralfamadoriano, el pasado, el presente y el futuro existen a la vez, como los picos de una cordillera vista en la distancia están dispuestos al mismo tiempo en el espacio a la vista de un observador. Todo lo que ocurre en un momento dado ha ocurrido siempre y siempre ocurrirá del mismo modo. Sencillamente, el paisaje de la cordillera está estructurado así.

La guerra adquiere así cierto sentido en la atribulada mente del protagonista, Bill Pilgrim, excombatiente, superviviente sin pretenderlo al bombardeo de Dresde, viajero inopinado en el tiempo y visitante asiduo de Tralfamadore. Para los demás, seguirá siendo esa cosa tan cruel y absurda que ningún hilo argumental es lo suficientemente descabellado como para describirla.

Alrededor de 30.000 personas murieron entre los días 13 y 15 de febrero de 1945 en Dresde, Alemania. Faltaban menos de tres meses para la capitulación de la Alemania nazi. Aún hoy persiste el debate sobre si Dresde era un objetivo de interés militar o el bombardeo fue una represalia desproporcionada e injustificable. 

Así fue.

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