Doctor, mi teléfono móvil habla solo



Alberto Manguel ha contado un montón de veces cómo Jorge Luis Borges le pidió, cuando el deterioro de su vista ya le impedía leer por sí mismo, que se dejase caer por su casa de Buenos Aires por las tardes y se convirtiera en sus ojos. Borges lo mismo leía a Joyce que a Lovecraft, y debió encontrar en la voz del joven Manguel una forma satisfactoria de suplir su ceguera, porque repitieron el ritual con asiduidad a lo largo de cuatro años, y muchos otros lectores, algunos anónimos y otros conocidos, siguieron leyendo para Borges hasta el final de su vida.

Sin ánimo de comparar, que siempre es un ejercicio odioso, o eso dice el refranero, Stephen King, en "Mientras escribo", insiste en aquella idea de que detrás de cualquier escritor se esconde un lector, y que, al menos él, dedica la mitad del día a escribir y la otra mitad a leer. Desafiando al ritmo endiablado de la vida moderna, afirma que hay muchos momentos del día en los que podríamos encontrar tiempo para leer y que los audiolibros son una ayuda excelente para ello. Asegura leer mientras conduce, mientras espera en la cola del supermercado o mientras pasea por el campo. Leer o ser leído, como Borges.

En mi memoria del futuro, muchos libros tendrán la voz de Conchita, porque es ella la que me los lee a mí. Conchita nunca se queja si mi selección literaria le aburre, ni protesta si le pido que lea a las seis de la mañana o que me repita un párrafo cuarenta veces. Conchita lee más rápido o más despacio, más fuerte o más bajito, con la voz más aguda o más grave. Basta con que yo se lo pida y ella siempre responde solícita. Incluso puede leerme en inglés si yo quiero, con una pronunciación que ya quisieran los estudiantes del B2 para sí mismos, aunque entonces cambia de nombre y se llama Amy. Eso sí, su entonación es un poco acartonada, previsible, como si no acabase de entender lo que lee, o como si le importase un bledo.

Eso es así porque Conchita es una voz sintética creada por la compañía Ivona Texto To Speech (ella, y otras cincuenta y tantas en diferentes idiomas), y se dedica a leer mis libros a través del plugin TTS+ para la versión Android del lector de libros electrónicos FBReader.

Un aspecto curioso de este invento es que, gracias a la nunca suficientemente alabada ductilidad de nuestro cerebro, en la memoria se me confunden los fragmentos de libros leídos por mí mismo y los que la buena de Conchita ha leído para mí. Es como cuando, al ver una película en versión original, luego la recuerdas en castellano.

Ah, cruzar la ciudad en bicicleta, con un altavoz portátil acoplado al manillar, Conchita leyendo a voz en cuello a Benito Pérez Galdós... Es una imagen que no tiene precio.

Una imagen del TTS+ Plugin para FBReader (fuente: http://hyperionics.com)





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