Los robots de mañana (o de hoy)

Hace tiempo que, en la exploración espacial, se prefiere enviar a robots en lugar de seres humanos. Resulta más barato y, en muchos sentidos, un robot es un trabajador mucho más minucioso y capaz que un humano. No necesita dormir, ni evacuar malolientes productos de desecho; no se deprime, no necesita mucho espacio, no tiene debilidades humanas (más allá de las que sus programadores le hayan transmitido) y no hay que traerlo necesariamente de vuelta a casa después de la misión.

Pero los robots tienen un problema: que son máquinas programables. Es decir, que no son inteligentes. No pueden reaccionar ante situaciones imprevistas, salvo que los hayan programado para ello y, entonces, ya no serían situaciones imprevistas.

Imaginen este panorama: se invierten cientos de millones de dólares (o de euros) en enviar un robot a Marte para algún importante experimento científico. La nave “amartiza” sin problemas. El robot sale a la superficie y empieza a explorar. A los dos minutos, posa una de sus patas artificiales, o ruedas, o lo que sea que le sirve para moverse, en una piedra aparentemente segura, pero la piedra se desplaza, el robot se desequilibra y cae en una grieta de varias decenas de metros de profundidad, haciéndose pedazos.

A un humano le hubiera resultado más fácil mantener el equilibrio. O tal vez no se hubiera acercado a la grieta por precaución. Demonios, nos gustaría pensar que un humano no hubiera sido tan estúpido como para despeñarse a los dos minutos de llegar. Pero un robot puede cometer miles de inimaginables estupideces (si fueran imaginables, lo hubiéramos programado para que no las cometiera).

Una alternativa es controlarlo desde la Tierra. Pero Marte está demasiado lejos: la luz se demora en llegar allí alrededor de diez minutos. Para cuando el robot hubiera recibido nuestra orden “aléjate de la puñetera grieta”, ya haría un buen rato que yacería en el fondo descuajaringado.

Pero la robótica, como casi todas las nuevas tecnologías, avanza a un ritmo vertiginoso. Dicen que se avecina la era de los robots. Para ilustrar el avance, observen cómo son los robots que hemos estado enviando al espacio hasta ahora en esta espectacular recreación de la llegada de la Mars Pathfinder a Marte en 1997:



No está mal, ¿eh? Espero que ningún marciano estuviera echando la siesta. Bien, pues diez años después, vemos en Kirai un robot que se desenvuelve con soltura en un terreno en el que yo me habría roto las dos piernas (observen cómo recupera el equilibrio alrededor del minuto 1:25)


Lamentablemente, este último robot, bautizado como “Big Dog”, es un proyecto militar de la DARPA (Agencia de Investigación de Proyectos Avanzados de Defensa). Tal vez sea el próximo modelo de soldado invencible. Pero seamos optimistas: también los primeros ordenadores digitales nacieron como herramientas bélicas.

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