La música de Harry Potter: conseguir la cuadratura del círculo


La música de Harry Potter va mucho más allá del concierto de rock de "El cáliz de fuego" o del villancico de siniestro de "El prisionero de Azkabán". Hoy te voy a hablar de esta parte fascinante de las películas de Harry Potter.

En el blog hemos hablado (¡cómo no!) con veneración de las novelas de Harry Potter como un ejemplo perfecto de libros para leer con niños. Como también escribo sobre cine para compartir en familia, resulta imposible no referirse a la serie de ocho películas basadas en la obra de J. K. Rowling. Se rodaron entre 2001 y 2011 y causaron una expectación comparable a la de cada nuevo estreno de Star Wars o a las que provocaron en su día las adaptaciones cinematográficas de El Señor de los Anillos. Se produjo, además, una de esas comuniones entre la crítica y el público que a veces, como casualidades cósmicas, suceden: además de convertirse en grandes éxitos de taquilla, las películas gozaron de reseñas generalmente positivas por parte de los críticos profesionales.

No te voy a hablar hoy de estas películas así, en general, sino de un aspecto sobresaliente de ellas que también puedes compartir con tus hijos: te voy a hablar de la música de Harry Potter.

Seguro que los niños se han fijado en la peculiar melodía que acompaña a Harry en todas las películas. Aprovechar su curiosidad insaciable para contarles que esa melodía la compuso un señor entrado en años llamado John Williams, y de ahí tirar del hilo para averiguar qué otras cosas ha compuesto este señor, de qué fuentes bebe, qué instrumentos participan en una orquesta sinfónica, y un infinito etcétera, solo hay un paso. La educación musical es mucho más fácil si se trabaja con música que interese a los niños.

Las bandas sonoras de los ocho filmes son, cada una a su modo, sobresalientes. Mi intención es que, si te enfrentas por primera vez a estos seiscientos minutos de música, tengas una mínima hoja de ruta con la que orientarte. Desde el gran John Williams hasta el no menos grande Alexandre Desplat, pasando por Patrick Doyle y el casi desconocido Nicholas Hooper, ¿te apetece dar un paseo por la música de Harry Potter? Entonces, empecemos por donde debe empezar cualquier historia: por el principio.


El comienzo del mito: Harry Potter y la piedra filosofal (Chris Columbus, 2001)


"Hedwig's Theme" es la pieza icónica de toda la saga, el tema musical con el que todo el mundo identifica al joven mago de la cicatriz en forma de rayo. Fue obra de John Williams, por supuesto.

A estas alturas es casi imposible exagerar la importancia de John Williams en el universo de la música cinematográfica. Es, sin duda, el compositor más conocido por el público en general, y muchas de sus partituras forman parte indisoluble de la cultura popular por derecho propio, a la altura de, digamos, los grandes éxitos de los Beatles o el último movimiento de la novena de Beethoven.

Aunque a lo largo de su carrera no se ha librado de recurrentes acusaciones de plagio, Williams ha alcanzado, desde hace años, el estatus de mito viviente y ya nada puede afectarle. El trabajo que realizó en la primigenia película de la saga de Harry Potter no hizo más que confirmar ese encumbramiento, añadiendo un buen puñado de temas a la lista de composiciones archiconocidas. La música de Williams, omnipresente en la película, fue crucial en la creación de la atmósfera a medio camino entre la comedia amable y la estética siniestra que necesitaba la historia. Para muchos esta primera película tiene un encanto que no alcanzaron las siguientes, una inocencia, no exenta de espanto, de cuento infantil de toda la vida.


«John Williams ha alcanzado, desde hace años, el estatus de mito viviente y ya nada puede afectarle»


La música de Harry Potter no sería lo mismo si Williams no hubiera estado presente en esta aventura primigenia. Así, nos encontraremos en este trabajo con los temas más populares de la serie, como "Harry's wondrous world", "Leaving Hogwarts" o el ya mencionado e inevitable "Hedwig's theme", pero hay michas otras composiciones detacables que deben escucharse con atención: "Diagon Alley and the Gringotts Vault" empieza en un tono juguetón y se deja ganar por la oscuridad de lo que debería haberse convertido en el tema musical de Voldemort si la serie hubiera disfrutado de una continuidad musical razonable; "The Quiddich Match" es enérgico, grandioso, a ratos trepidante; "The Chess Game" ofrece un juego de percusiones realmente poderoso. Mi preferido, no obstante, es "Mr. Longbottom flies": representa el matrimonio perfecto entre el tono travieso y la fanfarria desmesurada, la magia de la aventura por la aventura que caracteriza a esta primera entrega de la franquicia.

Williams recurre a su conocido estilo glandilocuente, basado en leitmotivs fácilmente reconocibles, asociados a diferentes personajes, que se entrecruzan en una inteligente fuga de voces, creando orquestaciones grandiosas con ese acertado tono entre sombrío y aventurero que mencionábamos antes. La banda sonora de La Piedra Filosofal se convierte así, probablemente, en una de las cumbres de la carrera de John Williams, destinada a ocupar su lugar entre las más legendarias y conocidas del compositor, junto a las de Tiburón, Supermán, Star Wars, Indiana Jones, La Lista de Schindler o Jurassic Park.





Componer con el piloto automático: Harry Potter y la Cámara Secreta (Chris Columbus, 2002)


Dicen que Williams quiso rechazar su participación en la segunda película de la saga de Harry Potter porque tenía otros compromisos profesionales ("Atrápame si Puedes", el proyecto en el que estaba trabajando Steven Spielberg y que se estrenó el mismo año que "La Cámara Secreta"). Hemos de tener en cuenta que, en aquella época, John Williams tenía ya 70 años cumplidos y había amagado con retirarse en varias ocasiones. Al final, los productores lograron convencerle, y él escribió la música que posteriormente adaptaría y orquestaría William Ross. Es difícil, por tanto, saber con exactitud hasta donde llega la mano de Williams y dónde empieza la de Ross.

El resultado, claro, no está a la altura del original. Se reutilizan con descaro muchos de los temas con muy pocas variaciones (así, nos reencontramos con versiones casi clónicas del "Harry's Wondrous Wolrd" o del "Hedwig's theme" camuflados en varios cortes). Las piezas inéditas no están al nivel de "La Piedra Filosofal", pero hay algunas estimables, como traviesa "Dobby the House Elf", la luminosa "Fawkes the Phoenix" o la inquietante "Meeting Tom Riddle", versión corregida y aumentada del tema siniestro de "La Piedra Filosofal" que hemos mencionado al hablar de "The Gringotts Vault".

El resto, en particular la música incidental, es puro ruido difícil de digerir separado de las imágenes (e incluso con estas se hace, a veces, pesado, como en la pelea final con el basilisco). En definitiva, una banda sonora eficaz pero lejos de los mejores trabajos del genio: la prueba de que, incluso con el piloto automático puesto y trabajando a distancia, Williams puede conseguir un score resultón sin despeinarse y, por el camino, como quien no quiere la cosa, dejarnos un par de temas para la posteridad.





Lo del canto del cisne era verdad: Harry Potter y el Prisionero de Azkabán (Alfonso Cuarón, 2004)


En esta película la saga comenzó una andadura hacia caminos más oscuros y adultos que ya no abandonaría hasta el final. Lo primero que cambió fue el director Chris Columbus, que había estado tras las cámaras de las dos primeras entregas, era un habilidoso e impersonal director responsable de títulos orientados al público infantil como "Solo en casa" o "Sra. Doubtfire". Columbus pasó a la producción ejecutiva y fue sustituido por un joven y entonces semidesconocido Alfonso Cuarón que venía de dirigir "Grandes esperanzas" y "Y tu mamá también".

El mexicano enseguida cambió el enfoque de la producción, haciéndolo más sombrío y adulto, casi dickensiano, sin perder por ello el sentido del humor. El diseño de producción sufrió un cambio brutal, y la propia geografía de Hogwarts se vio alterada, haciéndose más enrevesada, más gótica y mucho más interesante. La fotografía se tornó casi naturalista, y el guión se tomó muchas más libertades con respecto de la novela original que en las dos películas precedentes.


«Se diría que [John Williams] quiso resarcirse de las críticas y escribió, digámoslo ya, uno de los mejores trabajos de toda su carrera»


Y, a pesar de tantos cambios, firmando la partitura nos encontramos otra vez a John Williams. Tras su insípido trabajo en "La Cámara Secreta", se diría que quiso resarcirse de las críticas en la que sería su despedida de la serie, de modo que decidió hacer acopio de todo su genio, y escribió, digámoslo ya, uno de los mejores trabajos de toda su carrera. Y esto, tratándose de John Williams, es mucho decir.

Encontraremos aquí el mítico "Buckbeak's Flight": una percusión furiosa, sorprendente, que deja clavada a la audiencia en el asiento, y luego una progresión tonal inquietante y grandiosa, un crescendo que nos lleva desde la superficie del lago hasta los pináculos del castillo con el viento helado golpeándonos la cara.

Contiene este score otras maravillas de compositor todoterreno, más propias de un joven artista ávido de exploraciones que de un veterano acomodado, como el juguete de aires renacentistas que es "Hagrid the Professor", el turbador villancico de "Double Trouble" o el jazz enloquecido de "The Knight Bus". "Lumos" es una revisitación juguetona y (esta vez sí) original del inevitable "Hedwig's theme", y "Apparition on the Train" o "The Dementors Converge" son tan convenientemente tétricas que las escenas donde aparecen hubieran resultado algo muy diferentes con otra música. Finalmente, "The patronus light", que también se oye al final de "The Dementors Converge", ha quedado indisolublemente unida al grito de guerra más conocido entre los seguidores de la saga, ya saben: ¡Expecto patronum!, y "Mischief Managed!" es uno de esos gloriosos pastiches de títulos de crédito finales donde Williams entrecruza con maestría todos los leitmotivs que hemos oído durante la película.

Y, por supuesto, está "A Window to the Past", una pieza vibrante, lírica y serena, que habla de la pérdida y del pasado imposible de cambiar con una elocuencia capaz de poner los pelos de punta. Un espejo perfecto de la atmósfera que impregna la película, y un gran ejemplo de cómo se puede fusionar un leitmotiv preexistente ("Hedwig's theme") en una nueva composición. La pieza regresa, de forma grandiosa y algo melancólica, en "Finale", acompañando la partida del héroe maldito hacia el horizonte enmarcado por la Luna. Un final legendario, un personaje legendario y un tema legendario. Tanto Sirius Black como "A Window to the Past" merecían haber corrido mejor suerte en los episodios posteriores de la serie.

Y lo más impresionante es que todo esto lo hiciera un señor que había traspasado de largo la edad de jubilación.





Romper con la tradición: Harry Potter y el Cáliz de Fuego (Mike Newell, 2005)


El elegido para dirigir la cuarta entrega de Harry Potter fue el británico Mike Newell. Newell no es ningún gran creador como Cuarón, pero sí un artesano eficaz que ya entonces tenía en su haber películas muy diferentes como "Cuatro bodas y un funeral" o "Donnie Brasco". Hubo quien, con esas credenciales, no lo consideró el director más adecuado para enfrentarse a una nueva película del que, ya a esas alturas, era sin duda el mago más famoso de la historia del cine. Se lidiaba con la dificultad añadida de adaptar un libro mucho más largo que los tres anteriores

Hubo otro cambios importantes en el equipo artístico; entre ellos, el compositor y conductor de la banda sonora. El encargo recayó en el escocés Patrick Doyle, que ya había trabajado varias veces con Newell y era conocido por algunos grandes scores como los de "Carlito's way" (Brian De Palma, 1993), "Frankenstein de Mary Shelley" (Kenneth Brannagh, 1994) o "Sentido y sensibilidad" (Ang Lee, 1995).

Vistos los buenos resultados de la película anterior, parece que los productores quisieron repetir la jugada y la consigna fue: la música de Harry Potter tiene que ser diferente de lo que hemos hecho antes. Así, encontramos algunos personajes caricaturizados hasta el extremo de volverlos unos desconocidos, como ese amaneramiento alarmante de Albus Dumbledore o la reducción a mero bufón de un personaje de la importancia de Severus Snape. La trama, para solventar la desaforada longitud de la novela, recurre con frecuencia a la elipsis, hasta el punto de hacerla ininteligible por momentos. Y en el ámbito musical también se optó por un cambio radical de registro, justificado por la oscuridad creciente de la serie.


«Patrick Doyle parecía una elección perfecta para continuar el trabajo de John Williams y llevarlo más allá»


El resultado de tanto esfuerzo por diferenciarse de sus antecesores fue recibido, al menos en el apartado musical, con buenas críticas. Pero lo cierto es que no queda ni rastro de Harry Potter en la banda sonora de "El Cáliz de Fuego". Las referencias al insigne material anterior se limitan a unos pocos segundos del "Hedwig's theme" salpicados aquí y allá. Más que eso, Doyle impregna la partitura de un aire de romanticismo épico tan ostentoso que nos preguntamos si no resulta exagerado para la historia de un adolescente en plena crisis de identidad. Véase, por ejemplo, el "Hogwarts Hymn" de Doyle y compárese con el "Double Trouble" de Williams. ¿Dónde ha quedado el juego burlón, el ambiente de tinieblas y sonrisas simultáneas? No obstante, algunos temas, considerados individualmente, son estimables. Doyle, al fin y al cabo, es un gran compositor. Ahí están, por ejemplo, el melancólico "Harry in Winter" o el juguetón "Rita Skeeter".

Patrick Doyle parecía una elección perfecta para continuar el trabajo de John Williams y llevarlo más allá, porque los dos, en realidad, se parecen mucho: ambos son compositores principalmente melódicos, herederos directos del romanticismo y del clasicismo, y saben manejar las orquestaciones espectaculares y utilizar con acierto los coros. Con otro enfoque, el resultado podía haber sido espléndido, pero se quedó solo en pasable.





Pulsando el botón de reinicio: Harry Potter y la Orden del Fénix (David Yates, 2007)


Los productores afrontaron una nueva revolución en el apartado artístico para rodar la quinta película. Mike Newell ya no estaba a los mandos. Tampoco Steve Kolves se haría cargo del guión, ni Patrick Doyle de la música. Después de miles de rumores más o menos fantasiosos (se llegó a barajar incluso a Isabel Coixet, ¿se imaginan?), el director elegido fue un desconocido proveniente del mundo de la televisión británica llamado David Yates, quien trajo debajo del brazo a su compositor de cabecera, el igualmente desconocido Nicholas Hooper. Firmando el guión, otro semi-desconocido: Michael Goldenberg.

El resultado de tanto cambio fue la cinta que más opiniones enfrentadas despierta de toda la serie.

David Yates resultó ser un realizador muy distinto de Columbus, Cuarón o Newell, y Nicholas Hooper no está mucho más cerca de Williams o Doyle. La música de Harry Potter se hace menos melódica, con progresiones armónicas que expresan los estados de ánimo de los personajes más que leitmotivs reconocibles. También usa las cuerdas sostenidas de manera insistente, creando momentos de gran desasosiego, y los ritmos marcados basados en la percusión. Se revela Hooper como un compositor muy eficaz utilizando los recursos armónicos en la música incidental: apenas se percibe (desde luego, mucho menos que la de Williams, siempre amenazando con devorar las imágenes), pero su efecto es innegable.

La banda sonora resulta muy efectiva como tal, y también bastante apropiada para su escucha de forma independiente. Contiene, de hecho, algunas composiciones soberbias. Para empezar, "Dumbledore's Army" consiguió lo que ninguna de las piezas de Doyle en la película anterior: convertirse en uno de los temas más reconocibles asociados a la franquicia. Comienza con una flauta solitaria y algunas cuerdas, hasta que se produce la transición al ritmo insistente marcado por las cuerdas y la melodía alegre de los vientos. Una transposición excelente de la propia peripecia interna que experimenta el protagonista a lo largo de la cinta. Otros temas estimables son "The Room of Requirement" (a veces juguetón, a veces misterioso, a veces épico), "Fireworks", furiosamente libertario, "Professor Umbridge", que parece querer desmentir lo que dijimos más arriba sobre que la música de Hooper no asocia melodías a personajes, o el lírico y discreto "Loved Ones and Leaving" que cierra la película.

Hooper, como hizo Doyle, también recupera el icónico "Hedwig's theme" y lo adapta a sus composiciones, pero declinó hacer uso de otras piezas de Williams, algo que quizá, a estas alturas, ya no tendría demasiado sentido.



La desesperante espera: Harry Potter y el Misterio del Príncipe (David Yates, 2009)


El equipo artístico de La Orden del Fénix repitió casi en su totalidad en El Príncipe Mestizo, con la excepción del director de fotografía y el guionista (que volvió a ser Steve Kloves). El sexto (y penúltimo) libro de la saga es, por definición, la antesala del desenlace final. No tenían una papeleta fácil J. K. Rowling ni los creadores de la película para mantener el interés del lector y el espectador con una historia autoconclusiva que, al mismo tiempo, adelantase acontecimientos del siguiente capítulo.

A estas alturas, todos los implicados en la película sabían que estaban fabricando un mito que perduraría por generaciones, y se esforzaron mucho por estar a la altura de las circunstancias, Hooper el primero. Encontramos en esta entrega algunas de las frases más legendarias de Harry Potter, a la altura de aquel "Expecto patronum" de El Prisionero de Azakabán. "Una vez más, Harry, he de pedirte demasiado", le dice Dumbledore antes pedirle que lo acompañe a las puertas del infierno. O aquella de: "Si te digo que corras, debes correr. Si te digo que te escondas, debes esconderte. Si te digo que te huyas y me dejes, habrás de hacerlo. ¿Me das tu palabra?".


«A estas alturas, todos los implicados en la película sabían que estaban fabricando un mito que perduraría por generaciones, y se esforzaron mucho por estar a la altura de las circunstancias, Hooper el primero»


La banda sonora de Nicholas Hooper sigue las mismas pautas que su anterior trabajo. Hay mayor uso de los coros y, curiosamente, una cierta reutilización del trabajo de John Williams, y no solo del inevitable "Hedwig's theme": el vigoroso "Ron's Victory" recuerda al "Quidditch third year" de El Prisionero de Azkabán, y el inquietante "Inferi in the Firestorm" tiene elementos de "The Dementors Converge". Además, el número de temas notables aumenta: "When Harry Kisses Ginny" goza de esa cualidad sutil de las pequeñas maravillas, como "Ginny"; en "Into the Rushes" suena una percusión enloquecida sin melodía reconocible para narrar la persecución por los campos de maíz en torno a La Madriguera; "Journey to the Cave" comienza de forma amable y serena, como la sonrisa de Dumbledore, y se convierte en un tema épico en toda regla; y en "The drink of despair" la sucesión de acordes de las cuerdas relatan la agonía de Dumbledore tras ingerir el bebedizo de Voldemort. "Dubledore's Farewell" resulta, en comparación, algo facilona. Y no faltan piezas inclasificables, como "The Slug Party", a medio camino entre la big band y la música de ascensor, perfecta para amenizar la extravagante fiesta del profesor Slughorn.

En definitiva, una obra notable, de corte minimalista, que continúa en la línea del trabajo anterior, sin leitmotivs claramente reconocibles ni continuas fanfarrias a lo Williams o Doyle, con uso reiterativo de las cuerdas y los ritmos percusivos, y que funciona muy bien tanto en su conexión con las imágenes con su su audición por separado.



Un nuevo comienzo: Harry Potter y las Reliquias de La Muerte, Parte 1 (David Yates, 2010)


Motivos personales llevaron a Hooper a rechazar su participación en las dos últimas películas de la saga. Las malas lenguas dicen que fue obligado a retirarse, después de algunas malas críticas que, entre los profesionales, cosechó su score para "El Misterio del Príncipe".

Los productores decidieron dividir el último libro, "Las Reliquias de la Muerte", en dos películas, una decisión lógica teniendo en cuenta la longitud del material original (y que, de hecho, hubiera podido tomarse desde "El Cáliz de Fuego", dando lugar a adaptaciones mucho más fieles a la obra de Rowling). Se mantuvo casi todo el elenco artístico, y para componer la banda sonora se contrató al francés Alexandre Desplat.

Desplat llevaba desde la década de 1990 componiendo para el cine francés y había dado recientemente el salto al cine norteamericano –"Syriana" (Stephen Gaghan, 2005) o "Fantastic Mr. Fox" (Wes Anderson, 2009)–. Estaba ya considerado como uno de los grandes compositores contemporáneos que se dedicaba a la música de cine, y su contratación produjo una gran expectación.

La película, inevitablemente otro preludio de la gran traca final, resultó la más intimista de toda la serie, con un largo segundo acto en los bosques de Escocia en el que se profundiza en las personalidades y relaciones de los protagonistas como no se había hecho hasta entonces. Aquello disgustó a los aficionados más propensos a la acción trepidante, y encantó a los que echaban de menos algo de profundidad psicológica y tensión sexual.


«Las melodías de Desplat son potentes y tenaces, y se prenden en la memoria del espectador con fuerza. Maneja las armonías de forma envidiable y su obra suena como los grandes clásicos de las bandas sonoras»


La música de Harry Potter según Desplat es un reflejo del tono de la película. En muchos sentidos, representa un retorno al sinfonismo clásico de Williams, pero en un tono más relajado, con una orquestación más limpia. Las melodías de Desplat son potentes y tenaces, y se prenden en la memoria del espectador con fuerza. Maneja las armonías de forma envidiable y su obra suena como los grandes clásicos de las bandas sonoras. Sin embargo, supone una nueva ruptura con el trabajo de las películas precedentes, acabando así con cualquier posibilidad de conformar cuerpo musical unificado. Bien es cierto que esta posibilidad empezó a ser dinamitada en "El Cáliz de Fuego".

"Obliviate" es el tema estrella de la función. Se escucha desde el inicio de la película, y anuncia con su oscuridad y su tensión creciente que algo muy grave está a punto de suceder. También simboliza la pérdida definitiva de la niñez de los protagonistas, obligados ahora a lanzarse a la carretera, perseguidos por esas fuerzas oscuras omnipresentes, en lugar de regresar al colegio. "Obliviate" es el principal leitmotiv de la banda sonora, conduciendo a los protagonistas con su ritmo y su armonía obsesiva a través de una aventura igualmente obsesiva, pero hay muchos temas excelentes, algunos melancólicos y líricos, como los dedicados a algunos personajes ("Dobby", "Harry and Ginny"), otros de tono épico (como "Ron's speech"), y otros rítmicos y tensos (como "The obliviation", "Snape on Malfoy Manor" o "The Elder Wand"). Ninguno resulta tan espectacular en sí mismo como "Obliviate", pero configuran una banda sonora modélica que se ajusta como un guante a las imágenes a las que acompaña y al tono de la historia.



El fin de fiesta: Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, Parte 2 (David Yates, 2011)


Llegado este punto era imposible pretender que las bandas sonoras de Harry Potter conformaran un todo mínimamente coherente (como sí lo hacen las películas mismas, donde es difícil localizar contradicciones), pero sí era lógico aspirar a un último episodio grandioso, a la altura de las expectativas generadas. Y no hay nada tan fácil como decepcionar a una legión de fans. El resultado, según la opinión mayoritaria, fue excelente, conformando uno de los episodios de la saga mejor valorados en todos los ámbitos.

Desplat volvió a repetir al otro lado de la partitura, con la clara intención de componer un score legendario. Empieza la función apostando fuerte: "Lily's theme" será el hilo conductor de toda la película (la siempre ausente madre de Harry es uno de los personajes más importantes de esta recta final de la historia). Se trata de una melodía vocal, inquietante y conmovedora, que vuelve a recordar el uso coral de Williams pero con un toque que solo Desplat podía dar.

Desplat tiene además la grandeza de reutilizar temas anteriores en momentos muy concretos de la trama, proporcionando a las escenas en cuestión una profundidad emocional muy superior a la que tendrían con otra música. Además del inevitable "Hedwig's theme", que se escucha cuando Harry, Ron y Hermione por fin se reúnen con el resto de compañeros de Hogwarts como un recordatorio emocionante de los siete años de amistad entre los protagonistas, Desplat recupera incluso fragmentos del denostado Nicholas Hooper: por ejemplo, "Dumbledore's farewell" se escucha justo al final que el tema "Severus and Lily". Y resulta, por cierto, más sobrecogedor aquí que en la escena original.

El tono de la banda sonora es necesariamente más épico que la de la precedente, e incluye muchos temas destacables en ese sentido: "Dragon Flight", "Battlefield", "Neville the hero" o "Harry surrenders" son buenos ejemplos. Hay que destacar "Courtyard Apocalypse", que se escucha, más resumido, en "Statues". Este excelente tema épico, de aire trágico, resume las extraordinarias cualidades como compositor de Desplat, su precisión con la orquestación, su manejo del ritmo y de la tonalidad sin estridencias innecesarias, y pasará por derecho propio a los anales de la historia de las bandas sonoras como una de esas composiciones que todo el mundo recuerda haber oído aunque no esté seguro de dónde fue.

"Lily's theme" constituye, como hemos dicho, el leitmotiv de la película, y vuelve con recurrencia enfermiza en varias ocasiones hasta la resolución final (y con mucha inteligencia en ese "Voldemort's end", dejando entrever quién ha terminado en realidad con el malvado señor tenebroso), pero sobre todo lo hace en "Severus and Lily", un largo corte que desvela todos los secretos del personaje más esquivo de la saga en un crescendo que corta la respiración.

Y, por fin, tras la resolución, llega el epílogo, donde Desplat no tiene reparo en copiar literalmente el "Leaving Hogwarts" de John Williams. No se trata de ningún plagio: es que hubiera sido una falta de respeto terminar de otro modo. Como dice ese aforismo (probablemente falso) atribuido a Pablo Picasso, los grandes artistas copian, y los genios roban. Con este final robado, Desplat no logra proporcionar una coherencia imposible al ciclo de bandas sonoras de las películas de Harry Potter, pero sí consigue cerrar satisfactoriamente un recorrido emocional que se inició diez años antes y que arrastró en su torrente de aventuras a millones de espectadores que, nunca lo olvidemos, crecieron en esta saga y para los que siempre formará parte de sí mismos. Y eso, como dije con respecto a los libros, se merece, como mínimo, un respeto.



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