El valle misterioso

Cuando un robot es totalmente distinto de un humano, como, por ejemplo, ocurre con los robots de las fábricas de automóviles, no sentimos ninguna empatía hacia él. Es lógico, sólo es una máquina. Tampoco sentimos ninguna empatía especial por la tostadora.

Pero cuando el robot se humaniza, es decir, adquiere rasgos humanoides (brazos, piernas, movimientos humanos, expresiones faciales, etc), nuestra empatía hacia él crece. Cuanto más parecido sea a un humano, más positiva resulta nuestra respuesta emocional.

Pero, repentinamente, se alcanza un punto en el que la empatía se convierte en una repulsión visceral.

Nadie sabe a ciencia cierta por qué ocurre esto. El fenómeno fue expuesto por primera vez en 1970 por el robotista japonés Masahiro Mori. En el siguiente vídeo usted mismo puede comprobar como un ser sintético puede llegar a ser altamente repulsivo si se parece mucho a un ser humano, sin llegar a ser completamente humano:

¿Por qué nos repele esta criatura sintética?

Hay quien asegura que los largometrajes que han utilizado animaciones hiperrealistas generadas digitalmente como Final Fantasy o Polar Express han resultado siempre un desastre comercial por el rechazo que provocan sus protagonistas, que tienen un no-sé-qué indefinible y desagradable.

Algo parecido ya sucedió en Tin Toy, uno de los primeros cortometrajes de Pixar, cuyo protagonista, un bebé generado por ordenador, provocaba una inequívoca sensación de extrañeza. El corto fue un prodigio técnico en su época (1988), pero el bebé sigue dando un poco de repelús.

Los de Pixar son tipos listos, y no han vuelto a cometer ese error: todos sus personajes humanos posteriores son más caricaturescos, menos realistas, pero también más simpáticos, como el inolvidable abuelete de Geri’s Game (1997).


Este bache en la curva de respuesta emocional hacia los robots se conoce como uncanny valley (valle extraño o inexplicable), y nadie conoce la razón exacta por la que sucede (de ahí el nombre), aunque sí existen varias hipótesis, como, por ejemplo:

  • Cuando el robot es sólo ligeramente humanoide, resaltan más sus características humanas sobre las no humanas, lo que genera empatía. Pero cuando es muy parecido a un humano, lo que resaltan son sus características no humanas, lo que provoca un rechazo instintivo.

  • Los robots humanoides tienen rasgos, movimientos y posturas que se asemejan a los enfermos y a los cadáveres, lo que provoca, de nuevo, un rechazo instintivo.

También hay quien critica esta teoría por su endeblez científica, y asegura que no se ha podido demostrar la existencia del valle inexplicable. En cualquier caso, se trata de un fenómeno curioso al que los artistas e ingenieros prestan mucha atención cuando tratan de construir seres humanoides artificiales para el cine, la televisión o la vida real.

Aquí les dejo un último vídeo donde pueden comparar a un ser humano con su doble robótico. A ver cuánto tiempo tardan en averiguar quién es quién.


 

Comentarios